martes, enero 17, 2006

Nochevieja 2006

Y terminaba un año de olas. Y empezaba uno de buenas nuevas.

Con gente nueva a mi alrededor, con gente que te anima a seguir confiando en que hay fuera hay un montón de gente por conocer. Que merece la pena cambiar de aires sin con ello respiras algo más fresco y más saludable. Y no me refiero a la prohibición del tabaco.

La noche empezó de un modo diferente, muy diferente. Si durante años la tradición había sido un pequeño Bar de Pueblo, la edad, que no perdona, nos pone la cruda realidad de que nos hacemos mayores, nos guste o no, frente a los ojos. Y, sin enterarte, te pone en casa de un amigo que este año pasará la primera nochevieja en casa, acompañando a su mujer, y a su semilla. Sin duda, muy diferente. Pero ni mucho menos peor. Grande, muy grande, el reinventado destroza gargantas japonés, que algunos llaman Karaoke, y que yo pienso llamar a partir de ahora Sing Star.

Después, tras un paseo por casa de Jóse, el gordo, fui a buscar a mi primo y empezó una noche de esas que solo él puede darme. Y creíamos que nos íbamos a quedar en casa!!!. Llamamos a la princesa y fuimos al sitio de siempre, al más famoso, al que repito y repito, y que tiene un lazo muy especial para mis primos y para mí. Y en esas se lió la gorda. Y cuando la princesa tenía que volver, arrancamos la calabaza y la dejamos antes de que el encantamiento llegara a su fin.

Y nos duchamos, y nos pusimos en pijama. Y sonó el teléfono con la llamada que más deseábamos, y que menos esperábamos. Ibiza se cruzaba en nuestras vidas para dar la bienvenida al 2006, porque los más cariñosos del mundo nos pidieron que les acompañásemos a comenzar el año de la mejor manera posible. Y el más grande se lió la manta a la cabeza y empezó el año nuevo. Y creíamos que nos íbamos a quedar en casa!!! (II).

No pusimos en marcha. Tardamos, pero llegamos. Y descubrimos que merece la pena levantar el trasero y no dejar que nada te pare. De haber sabido que me había perdido semejante fiesta, no me lo hubiera podido perdonar jamás.

Ojala pudiera describir todo lo que viví en aquel lugar. Cariño, deseo, alegría, y amistad. Más ancho que largo, aguantando hasta el límite para no provocar daños a terceros, de purito deseo.

Según llegamos, Bridas. Un amigo de esos que te encuentras por la noche y que siempre tiene una sonrisa para ti. Y no habíamos aparcado aun el coche!!.

Más allá, Él y Ella. Él como siempre, Ella como nunca. Él cariñoso, divertido, y con ganas de pasarlo en grande y compartirlo con nosotros. Ella despampanante, atrevida y divertida. Pero más que nunca.

Tan sólo falto la peque, que tuvo de las suyas, pero que estuvo al menos un instante, entre esas llamadas que Él hizo, para que todos pudiéramos disfrutar del momento.

Porque, peque aparte, estaban todos. Desde los amigos de tus amigos hasta compañeros de la mili. Del colegio, del barrio, del pueblo, del trabajo, ¿de donde no? Fue de esas noches en las que te das cuenta de que has labrado un camino de gente que te aprecia de algún modo. Y que no debes ser tan malo cuando la mayoría de las caras que reconoces entre la multitud te saluda, te sonríe, te felicita las fiestas, o te invita a lo que tiene.

Y en autobús y taxi volví a casa con la sensación de haber hecho lo correcto. Haber aprovechado el momento, sin hipotecar el futuro. De haber sabido parar a tiempo, aprovechando hasta el último minuto.

Y así, empezar el año por todo lo grande. Gracias a todos por hacerme pasar una noche especial.