sábado, febrero 25, 2006

Ojos

Ojos que no ven, corazón que ni siente. Y en su frecuente alegría se apareció la magia, para ponerle la guinda que le faltaba. Soñador, y sabedor de que todo cambia, había podido mantenerse al margen de las oportunidades surgidas, porque pensaba que no eran lo que buscaba. Creyendo que todo seguiría igual después de otro año de olas, una sacudida lo despertó del letargo. Vaya si lo despertó. Después del primer bofetón de aire fresco no podría sino dejar que aquel aroma lo condujese sin saber exactamente a donde iría. La borrachera en la que estaba atrapado no le permitía ver el bosque. “Bueno”, pensó, y se dedicó a disfrutar del momento.

Habían pasado no más de dos meses desde de la ultima vez que se vieron. Entre tanto, deseos y elucubraciones habían ido cocinando aquel guiso en el que quedaron atrapados. Aunque tan sólo les parecieron unos minutos, los que les buscaban no pensaban lo mismo. Donde ellos fueron, no pueden encontrarte. Ni siquiera si lo intentas explicar podrían llegar hasta ello. Sólo se llega. No se busca, ni se prepara o se organiza. Simplemente se encuentra, aparece.

Cuando empezaron a sentir los efectos, ya era demasiado tarde de pensar si era la dosis correcta. El reloj marcó el final, pero nada pudo hacerse por medir la intensidad, la cantidad y la calidad. Hacía tanto tiempo que no pasaban por aquello, que todo les parecía nuevo.

Y una vez embriagados por sus efectos se dedicaron a hacer lo que se debe. Disfrutarlo, dejarte llevar y paladearlo como si no lo fueras a tener más. Aunque lo más correcto fuese parar y pensar, ¿quién quiere hacerlo después de tanto tiempo haciendo lo mismo?

Aquello no había hecho más que empezar. Atravesaron con prisa la primera etapa de su viaje. Quizás demasiada teniendo en cuenta que no se conocían. Pero no eran muy distintos y, después del primer descanso, pudieron hablarlo y continuar a un ritmo que era mucho más cómodo para los dos. Intenso, dulce y gratificante, pero sin prisas.

Durante el camino, decidieron que la prisa no sería buena compañera, y que a partir de ese momento no iban a dejar que les atropellara. Sin embargo, decidieron que no iban a relajarse, y que, incluso, realizarían el viaje de manera que uno siempre tirase del otro y no le dejase caer en lo monótono o lo fácil. De esa manera conseguirían mantener un buen ritmo mientras todo fuese tan bueno. Querían que todo fuese perfecto.

Y lo era. El viaje era tan bueno, que decidieron que en cada cruce tomarían un camino distinto, sin seguir un orden establecido o un sistema para salir de aquel bosque. Acordaron no volver a salir de aquel estado mientras se sintieran tan cómodos y siguieran sintiendo aquellas sensaciones, y desearon que aquello durara para siempre.

1 comentario:

Merlintxu dijo...

Pa mi que te has enamorado